lunes, 5 de agosto de 2013


VIAJANDO POR LA A-4 EN BUSCA DE LA MARGARITA BORDE

[…] Quiero beber hasta perder el control…
y mientras, en la calle está lloviendo […]
(Fito Cabrales llora con ternura al compás de un rock potente de guitarras y viento y Lobo Quirce se revuelve pues la jodida clavícula derecha le maltrata…)

Los cambios de paisaje duelen suavemente al Lobo. Lleva demasiado tiempo zascandileando por las estepas cerealistas, en la rotunda meseta gótica, protegido por cielos abiertos, por el seco frío castellano, por la monótona llanura que se despierta con lentitud en primavera. Aún conserva el cánido bien de borra (barbas y pelambre) que protege su cuerpo de vientos esquivos y añagazas burgalesas, fríos leoneses o nieblas palentinas. Y hoy, marcha el lobo cauto y dolorido por otras planicies complementarias, rumbo hacia el sur, recreando vista y olfato en los campos manchegos. Lo cierto es que viaja contento al compás de una música conocida pero que tenía algo olvidada y que ahora es compañera de viaje.

[…] A coger el cielo con las manos…
a reír y a llorar los desencantos […]
(rythman&blues soberbio con tempos fuertes y profundos)

Anduvo días de reparación en la nave de Azuqueca y allí encontró un raro cd de un tal Fito y compañía; una grabación en vivo de un concierto en Bilbao en el 2004 y lo ha subido a la cabina, para probar sus ritmos, notas y cadencia. Cierto. Le gustó al cánido monocorde, que no sale de sus cuatro cosas y esto, claro, era novedad acústica pues el viejo lobo adereza soledad y quietud con soniquetes variados de los que hace mix ya legendarios en sus correrías por cualquier ruta: mezcla en dosis exactas, viejos blues sureños, con jazz variado y aún rythman & blues de élite con híbridos de rock, según ánimo, ganas y fuerza de trabajo. En derivas gloriosas de quietud de alma perdida -jodido concepto humano, que el lobo asocia a sensibilidad, como mucho-, no duda en combatir sus males con música barroca y si encuentra o alumbra una nueva planta, un selecto roble, aquel imponente castillo derruido, la piedra clave del bello puente o un simple aroma, recurre a Albinoni, Vivaldi o Teleman.

[...] Voy a ver si me encuentro dentro de mi piel
y comprendo por qué nada puedo entender
me resulta tan raro todo lo normal
estoy bien así, todo es como yo lo he intentado
¿quién me ofrece veneno cuando tengo sed…? […]
(Satriani en estado puro, acentúa las notas con su vivaz guitarra; podría ser Hendrix, seguro)

Lo cierto es que el rancio lobo golpea con insistencia sus zarpas en el suelo y mueve el rabo cual perro adocenado, siguiendo el ritmo castizo de este otro lobo virtuoso llamado Fito que dosifica los ritmos de tal modo, que vienen bien y le sirven al Quirce para rutas largas y tediosas. Y así ha sido en esta ocasión, que marcha hacia el sur con aguas bravas, tormentas, vientos y granizo que el lobo combate con instinto salvaje y este músico.

[...] Barra americana de precios baratos
ven hacia mí,
esta noche puedes ser feliz […]
(preludios de saxo envuelven al Fito en un blues español)

Ahora escribe el cánido sosegado, en su libreta negra, envuelto en la acogedora habitación de un hotel manchego, ya de vuelta, pero no quiere perder detalles del viaje, y mira por la ventana el verde paraje, los mirlos juguetones, las torcaces revueltas por el clima, los molineros audaces que se mojan de tormenta; hay silencio, eterno compañero de este lobo… y él escribe despacio alguna impresión.

[…] El mejor de los pecados, es haberte conocido
nunca pido nada a cambio
eso es algo que he aprendido…
y cuidar de las estrellas puede ser un buen castigo […]
(solos de guitarra espléndidos, con percusión y voces que intentan alcanzar brillos celestes)

No hubo sorpresas en la marcha y la meseta sur se engulló la ruta camionera sin más incidencias que un clima perverso hasta el primer farallón inexpugnable que al dolido lobo siempre jode y evita nombrar topónimos desagradables a sus parientes cercanos, pero claro, cruzar, sí tuvo que cruzar el desfiladero, y además gozarlo con saña de animal que se crece, que se siente audaz y salvaje en tal paraje pendenciero, con libres encinas y rebollos, pinos laricios y fresnos, además de tajamares inclinados que colonizan las aulagas, piornales y bellísimas jaras pringosas. Y cierto es que el tiempo obtuso y agresivo no quitó piedad al lobo de admirarse en un paisaje semejante al de sus queridas lastras pernianas, donde sueña. Más lluvia y viento y una vista que sobrecoge de riadas, pues el río Despeñaperros iba sobrado de cauce y arrasaba con bravura ramas, troncos muertos, barro y piedras. Sí, paisaje indómito que crispa la corteza al propio Quirce en comunión silvestre y loca.

[...] A la luna se le ve el ombligo
si la noche es clara
No siempre lo urgente es lo importante…
Yo siempre me pierdo en el mismo camino […]
(Ritmo de samba, sonido que acaricia y desgarros de guitarra y sintetizador, hacen volver a su sitio al Quirce, que concentra instinto y sentido en la ruta)

Cambia el paisaje y el ocre amarronado de tierras silíceas se vuelve verde olivo. Son paños extensos, reticulados, cultivos jienenses por antonomasia, austera visión que algo tiene de grandeza, pero el lobo no se asombra y cae al tanto de un postrado consuelo rutinario.

[…] Con el paso de los años, nada es ya como soñé
todo lo malo y lo bueno, cabe dentro de un papel […]
( balada que seda nervios lobunos y penetra en razón lógica al cánido ahíto de sueños ansiosos e imposibles)

La ruta se adentra en una engañosa Tierra de Campos con sabanas de verdes trigos incipientes -campos cordobeses- que se mecen por el fuerte viento que acosa desde el norte. Sí, la ruta continúa y hay más agua: hasta el arroyo Garabato se desborda en crecida libertad desconocida. Cierto asombro y admiración en las alturas al llegar al imponente pueblo de Carmona, donde es menester un mínimo descanso, luz, sosiego…, más soledad y de nuevo, los ojos almendrados de este lobo, rinden pleitesía a la historia centenaria de la villa alta: El Alcázar sobre la puerta de Sevilla, el palacio de los Lasso, el Ayuntamiento, la Casa de Descalzas, la piedra adoquinada, la cal…, la arena. El murmullo de un deje andaluz, aromas de romero, mujeres morenas en refugio de lluvia y viento, la vida late en todas partes y el lobo siguió su ruta que es su destino.

[...] Es fascinante, arrimarse a la locura,
Se está rifando una vida y una muerte
y yo como un lobo, buscando una melodía…
Me siento preso en una cárcel sin rejas… […]
(Ambienta al Lobo un ritmo diferente, cercano a Tijuana+ rock, que ya descubrió Herb Albert, y le encandila)

Paisaje sinuoso y dócil, de matices verdosos, más nubes y, por fin, algún claro rápido en el cielo, que enciende y anima al camionero a seguir su ruta. Adelfas en hilera infinita adornan la mediana en continuo baile cimbreante y se incrementan los tonos amarillos de una planta en flor desconocida que se le hace visible, provocadora y aún persistente. El cánido mamón duda entre manzanilla, margarita, hierba de Santiago o chiribita, pero seguirá con dudas pues su porte es más grandioso y, quizás, en colonias muy abundantes. ¿Será otra cosa? Paró, claro que paró, acuciado por esa curiosidad perríl que el jodido Quirce tiene en vena siempre. Campos llanos sevillanos, cruzados por veredas y caminos de carreta, con bordes diferenciados y plenos de flora vascular, pero siempre destacando la planta descrita, ágil, que se eleva sobre las demás, reivindicando su preeminencia en cunetas y bordes de caminos. Es flora semejante a la de los Campos Góticos, pero hay algo diferente, y no es tallo ni hojas, pues estos son iguales: es la inflorescencia, la mal llamada flor de falsos pétalos blancos y corazón radiante de amarillo. Sí, son 15 pétalos, luego difiere de la flor margarita que conoce. Además exhibe una especie de eclipse anular en el botón brillante, que mancha los arranques de los pétalos con oro puro; puro polen dorado que se adhiere cuando al dormir, la flor se cierra sobre sí misma. ¡Esa es la diferencia!, pero, al fin y al cabo, margarita es aunque Quirce la llame Margarita Borde.

[...] Es poco lo que tengo, el oro de mi tiempo,
la flor de mis neuronas, y por supuesto, la luna […]
(bossa nova con bellos saxos que pautan las guitarras y hay eco de Jobin, quizás de Chick Corea)

En Écija cogió un ramillete -cosa rara, rara en este lobo- olvidando sus modales de salvaje respetuoso con el medio, pero era de necesidad hacer unas fotos de la enigmática flor y también adornar la cabina fugazmente hasta su término marchito. No, no estaba de acuerdo la Merche, que pasa de flora, de paisaje y hasta de música (se secará, se caerán los pétalos, el puto polen manchará el suelo y las hojas secas añadirán más mugre a la que ya hay -se dice, en monólogo, la Merche-) y sólo piensa en lo sufrida que es, soportando al cánido curioso, distraído y algo guarro.

[...] Sé que no puedo dormir, porque siempre estoy soñando,
en invierno con el sol, con las nubes en verano[…]
( música de quimera con recuerdos de los primeros Yardbirds; ¡enorme!)

Cierra la ruta que anochece la penúltima acometida de Fito. La visión del retrovisor es de regreso, con grises brumosos en el cielo, luces de colores en la autopista, ruidos predecibles, runruneo de motor al compás de la música que emite la cabina; carretera larga de asfalto e ilusiones. Kilómetros de tiempo, también de vida. Despereza el Lobo su cuerpo clavado y aún gusta de seguir oyendo el Fito, al público de Bilbo y su locura, la fiesta sigue. Sí, el lobo Quirce continúa la escucha, ensimismado.

[...] Yo le doy mi querer, al querer,
y lo doy para toda la vida
si quisiera vivir de placer
me buscaba un amor de cantina […]
(Suave balada que también comprende el cánido agridulce)

Está en Argamasilla de Alba y se siente escritor, recordando y quizás, pisando huellas del jodido Manco legendario. Escribe despacio en la libreta negra y, pese al cambio, pese al elenco de nuevos aromas para el cánido, sentado en la mesita confortable de aquella habitación del hotel de turno, emite remedos de aullidos como lógica querencia por su mundo más al norte, familiar y conocido, la socorrida A1, la A231, la N-120 o la N-611. Sí, su mundo lobuno castellano, silencioso, seco y frío, donde todavía no ha despertado plenamente la ansiada primavera.

 –– ¡Joder!, piensa el perverso Lobo: Verás la próxima semana, que marchas al levante. Allí, ni siquiera es primavera; seguro que ya llegó el estío… y tú, sin enterarte, macho.

[...] Todo se derrumba y no es tan fácil
todos mis castillos son de arena
todo lo que sueño es tan frágil
todo lo que bebo es en tu ausencia
y mi pobre corazón de hierro
se me va oxidando con las penas
siempre tengo sueño y no me duermo… […]
( El cabrón del Fito se despide con este excepcional blues en conjuro eterno con guitarras, saxo y clarinete. Irrumpe el Sicario con un rap-rock descomunal, y el mejor riff de guitarra acústica con algún bajo: ¡Fitooo!, ¡Fitipaldiiiisss!, ¡Hablando en plata…!)

Bien, lo cierto es que el cd pasó el examen y ahora se encuentra en el compartimento estanco de la cabina, con otras músicas y esencias que alivian la monotonía al lobo Quirce y le acompañan en sueños infinitos que también son trabajos definidos. ¿La margarita borde...? Bueno, los expertos dicen que son crisantemos coronados: ¡Ahí es nada!

Salud y buena ruta, colegas.




Chrysanthemum coronarium L. conocido como Crisantemo coronado.



El Quirce según ilustración de Llorenç Amer para el artículo que la revista tituló "Hablando en Plata" como la canción de Fito.


Imponentes campos cuajados de Crisantemo coronado.


Puerta de Sevilla en la localidad de Carmona-SE


Estación de servicio en la A-44


Cruzando La Mancha

Artículo en dos partes publicado en la revista Solo Camión con ilustraciones de Llorenç Amer. Nº  268 y 269 de junio y julio 2.012




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